“AQUELLOS QUE VIAJAMOS EN LA TIERRA EN BUSCA DE UN MEJOR YO.”
Título original: Mad Max: furia en el camino.
Director: George Miller.
Lealtad y compañía, ése es el secreto, George Miller es capaz de crear un ambiente decadente y áspero en el día, pero uno sobrio, tranquilo y esperanzador en la noche. Da la impresión de estar en una pesadilla; los seres extraños, las marcas, generando angustia no solo por su aspecto, sino por la persecución constante, todo con un toque tan perturbador como atrapante, mostrando caníbales que se alimentan de la violencia; Miller destaca ese lado primitivo de la humanidad, interpretando así la falta de conciencia en la sociedad.
El ambiente no nos abruma, por el contrario fascina, por su universo violento, impredecible y vertiginoso en el cual es enmarcado la película. Algunos se sentirán saturados con su mecanismo, George muestra dentro de su exageración una constante marcación de ritmo, que fluye y anima sorprendentemente.
Los guionistas tuvieron un trabajo fácil en cuánto a diálogos, pero la adaptación al ambiente y lo visualmente destacable fue una tarea ardua, se rescata de Furiosa y de las demás chicas (Aunque algunas de ellas no tengan personalidades tan marcadas) que demuestran un feminismo radical, en un mundo donde los hombres son los que mandan.
Ahora está Max, un misántropo que a pesar de todo valora la real compañía. Hay detalles que matan, tanto visuales, como en el guion. Y es lo que hace que estos dos personajes sean tan fuera de serie.
El lado mounstroso se palpa, en un escenario tan post-apocalíptico, no se ve el romanticismo tradicional, pero sí el surgimiento de una confianza, con una musicalización incluida en escena, ese guitarrista raro la sacó del estadio.
Las secuencias son tan carnavalescas como violentas, perversas, nos enfrentan a lo imposible, un control óptico del espacio, estéticamente atraíble. Los personajes al principio un poco fríos, logran transmitir sensibilidad hacia el final, mero romanticismo Wenster.